viernes, 13 de mayo de 2016

LA PLAZA DE BIBARRAMBLA
EN UNA DESCRIPCIÓN DE 1880
Plaza de Bibarrambla en 1834. Luis Muriel. 1834. Acuarela sobre papel.
Vista de la Plaza de Vivarrambla tomada en la planta de Muriel. En el ángulo inferior derecho, la siguiente inscripción se puede leer:
"Vista de la Plaza de Vivarrambla sacada en El Terreno Mismo por Muriel, 1834".
En este trabajo, la plaza Bib-Rambla de Granada en un día de mercado está representado, con la Catedral al fondo, con numerosos puestos y con todo un universo de personas que se mueven en torno al mercado de animación que llena la plaza, en tal de manera que el marco arquitectónico está oculto´.
Ya que la plaza de Bibarrambla, en estos días. Viene siendo el lema de todas las conversaciones, nos parece, no fuera del caso, un artículo sobre las antigüedades de la misma, y en especial del lamoso edificio de los Miradores, palacio de Abdilbaren tiempo de moros, desgraciadamente reducido a cenizas los primeros días del corriente año. Bibarrambla (y no Bib-Rambla) es nombre árabe que significa puerta Bib-Rambla.


Cuando el creciente desarrollo de la población y la riqueza que se fue acumulando. Al abrigo del castillo de Caruata, hizo extender los límites de la ciudad, circunscrita en un principio a la Alcazaba Antigua y colina de la Alhambra.

Desplegáronse nuevos y dilatados lienzos de muralla, abarcando un espacio de tierras, en el que, cómodamente y con desahogo, se pudieran establecer los numerosos habitantes para los que el recinto de la antigua ciudad era estrecho. 

Esta nueva y amplia cerca bajaba del viejo castillo de las Torres Bermejas, en dirección al alveo del rio Darro, flanqueandose con varias fortalezas de las que todavía queda una que conocemos con el nombre de Cuarto Real de Santo Domingo) y abriéndose en ella multitud de puertas que su llamaron respectivamente Bib Lacha ó del Refugio (hoy del Pescado) Bibataubín ó de los convertidos y, por no nacer mención de las demas, Bibarrambla ó del Arenal.
Llamábase esta así, porque siendo muy próxima al cauce del Darro, extendíase junto a ella una extensa rambla, formada con las arenas que dicho rio acumulaba en sus frecuentes avenidas. Bien pronto la estéril llanura se fue convirtiendo en barrio populoso y animado.
Las tortuosas callejitas morunas extendieron sobre ella su laberíntica red y en su seno misterioso abrieron los mercaderes de Oriente y Occidente bazares espléndidos, comenzando a ser el Zacatín y la Alcaicería, el emporio comercial de la España musulmana.

Arco de las Orejas, pintado en 1830 por David Roberts.
Junto a estas calles y formando contraste con su estrechez, extendió su área espaciosa la plaza de Bibarrambla que llegó a ser como el centro y corazón de la nueva vida que circulaba en las arterias de las calles vecinas. Eligiose también como punto de reunión y campo de las solemnidades, de los torneos y justas con que se celebraban entonces en nuestra ciudad los grandes acontecimientos, siguiendo la costumbre generalizada en todas parles durante la Edad Media.
Seria por demás vistoso el espectáculo que en aquellos tiempos nos ofrecería la histórica plaza, cuando por ella circulaba un numeroso gentío compuesto de habitantes de las más apartadas regiones del mundo, en los que se podrían admirar los trajes más vistosos y las fisonomías más variadas.
Marroquíes y tunecinos, siros y egipcios, bereberes ó persas todos en confuso tropel concurrían a aquellas tiendas en las que se guardaban las más ricas preciosidades, resplandeciendo entre ellas el hermoso matiz de las telas de seda fabricadas un la Damasco Occidental. Más grandioso espectáculo, ofrecería aun la histórica plaza, cuando, cerradas las tiendas y levantadas las graderías en lomo do su extensa área, son preparaba el pueblo a presenciar una de esas fiestas tan características de los tiempos medios.

El gentío afluyendo con la mayor animación de lodos los puntos du la ciudad; las azoteas y terrados pudiendo apenas contener la muchedumbre que se sentaba sobre ellos para disfrutar el espectáculo, formando sobro los edificios como una inmensa y movible corona de los más vistosos colores; las caprichosas celosías de los ajimeces abriéndose de cuando en cuando para dar paso a un blanco pañuelo agitado con misteriosa cautela; todo ello debía formar un conjunto que en vano nos esforzamos en querer reconstruir con nuestra imaginación, ahora que, ya hace muchos siglos, no se celebran justas ni torneos. Aquellos tiempos pasaron en breve y con ellos el esplendor do la monarquía nazarita, que solo tuvo la corta duración do una nube de verano, disipándose presto, para dejar que luciera esplendorosa en el horizonte granadino la cruz del Redentor.
Entonces, a medida que los últimos ecos de la civilización musulmana granadina se fueron extinguiendo, Bibarrambla fue desnudándose poco a poco de sus pompas orientales.


Una orden dada en tiempo de los Señores Reyes Católicos dispuso se quitaran los ajimeces morunos y celosías, que desaparecieron, quedando en su lugar esas ventanas anchas y bajas, de un orden de arquitectura todavía no clasificado, que podemos aun observar en alguna de las casas que, de aquella época. se mantienen en la plaza du que hablamos.
Un edificio sin embargo conservó más tiempo alguna de su antigua ornamentación. Era el famoso alcázar que se había llamado por los moros casa de Abdilbar (siervo del Justo).
En ella se establecieron los caballeros del municipio granadino y celebraron sus sesiones por algún tiempo; durante el cual conservó el mencionado palacio sus moriscas galas. Una catástrofe, de la cual apenas nos ha llegado leve noticia por personas ancianas y conocedoras de nuestra historia; otro incendio, no tan horrible como el que hace pocos días tuvo lugar, destruyó gran parte de las mismas en el Reinado de Felipe II, en cuya época se dispuso la completa renovación del edificio.
Entonces se levantó, quizá bajo los diseños de Herrera, la fachada que ha existido hasta ahora, en la que nuevas y elegantes galerías jónicas y corintias vinieron a sustituir a los antiguos calados ajimeces y aéreas columnas del orden árabe. Esta reforma se continuó en todos los edificios de la plaza hasta el punto de que, a la vuelta de algunos años, su aspecto se hallaba completamente mudado.
He aquí la descripción que de la misma nos hace el Licenciado Pedraza en su famosa Historia Eclesiástica de nuestra ciudad:
«Tiene usía ciudad cuatro plazas, la «principal, la que sirve de teatro á las «fiestas, y por ella fué celebrada de los poetas, es la plaza de Bibarrambla, que significa del Arenal; es en forma de «bufete, más larga que ancha, midióla Lucio Marineo Sículo, y dice que tiene seiscientos pies de largo, ciento ochenta de ancho; tiene a un tercio de ella una fuente redonda de dos pilas de piedra parda, con cuatro caños de agua; y por corona un León Coronado, con un escudo de las armas de Granada. Aquí tiene la ciudad su mirador para las fiestas, y otro de balcones la iglesia para su cabildo.»


Poco mas ó menos nos la pintan el Padre Echeverría y los autores de la famosa obra Civitates Orbis Terrarum.
Hace algunos años Blbarrambla ofrecía el espectáculo mas original. Era, podemos decir, el conjunto de todos los gustos arquitectónicos y de los contrastes más raros y chocantes. Allí se veía a un lado el Rincon de Ubago, lugar destinado por la Curia para la venta de muebles cmbargados; y por la gente de pocas ocupaciones para disfrutar de los templados rayos de nuestro sol en los días de invierno.
Frente a los Míradores, y a su izquierda, poníanse los tristes palos de la horca, cuyas ejecuciones se verificaron en dicho sitio hasta principios de esto siglo. Mas allá y debajo de la imagen de la Virgen, la famosa acera llamada de los Valientes, donde, por privilegio Real, se albergaban bajo de unas compuertas de madera y al descubierto algunos zapateros que remendaban calzado casi tan viejo como su origen. En otra parte, y ocupando uno de los testeros de la plaza, unos portales ó gradería cubierta, decorada con gruesas pilastras de piedra parda, en cuyo sitio eran puestos a la vergüenza los comerciantes que quebraban, de pie sobre un celemín. En medio y disfrutando de la intemperie, multitud de puestos o casillas de vituallas.
En tan gran desconcierto y para completar variedad tan complexa, levantábanse dos monumentos, simbolizando las dos grandes dominaciones y los dos estilos artísticos que durante el trascurso de los últimos siglos habían prevalecido en Granada.
Era el uno el de los Miradores, preciosa joya del arte greco-romano renaciente ó en otros términos del arte cristiano y europeo. El otro monumento simbolizaba el arte mahometano y el gusto asiático. Era este la puerta de Bibarrambla.
Tres nombres había recibido ésta desde que fue arrojado de Granada el pueblo que la construyó. Llamóse primero puerta de los Cuchillos, por haber sido destinada por la justicia para colocar en ella los que eran sustraídos a las personas que los usaban. Posteriormente se le bautizó de nuevo con el nombre de arco de las Orejas, con cuya denominación es hoy generalmente conocida, dándose como explicación de este nombre una historia que no sabemos hasta qué punto será verdadera. También ha sido conocida con el nombre de los Pesos porque en ella se colocaban los pesos y pesas faltas.
La plaza de Bibarrambla en los últimos años, ha experimentado una radical trasformación. En el de 1837 se dispuso la construcción de la acera de casas del N, se quitaron las casillas de abacería y hortaliza y se levantó el terraplén que hoy ocupa su anchuroso centro con los escombros del derribo del convento de las Capuchinas.
Sucesivamente el Rincón de Ubago, la acera de los Valientes y las originales fachadas de indefinible arquitectura fueron desapareciendo, aunque se han venido conservando algunas casas, sin duda para que sirvan de muestra del aspecto original que, en otro tiempo, ofrecían los cuatro lados de la plaza.
Quedaban también como recuerdo el famoso edificio de los Miradores y la histórica puerta de Bibarrambla.
Quedaban sí, pero en el día solo existen ya en la historia. Pasamos por alto el doloroso acontecimiento conocido ya en toda España aun en sus más pequeños detalles. Pasamos por alto esos días de angustia y aflicción en que el pueblo de Granada miraba lleno de congoja tornarse en cenizas y humeantes escombros los que antes eran hermosos edificios. Sin embargo, nos permitimos indicar una de las impresiones que produjo en nuestra alma ese siniestro acontecimiento y con ella vamos a terminar estos apuntes.

Plaza de Bib Rambla en el tiempo de los puestos de flores.
El interior de los Miradores había sido ya reducido a escombros. Su fachada sin embargo, se sostenía en pie. Aun sus arcos corintios marchitaban su preciosa curva y sus esbeltas columnas mantenían las armas de la ciudad, coronación y remate del edificio. La fachada antes tan bella se había tornado en pocas horas horrible cual pavoroso espectro. Sus arcos, antes tan graciosos, se abrían ennegrecidos por el humo, como la boca de un horrible abismo, mostrando en su interior un mar de fuego. Sus clásicas ventanas dejaban ver ahora un montón de ruinas. Pocos momentos después el cuadro se hizo todavía más pavoroso.
Sintióse un terrible estruendo, al propio tiempo que una nube de humo envolvía toda la plaza. Cuando esta se disipó ya no quedaba nada absolutamente del histórico edificio. Capiteles, cornisas, frisos, preciosos arcos, todo había quedado reducido a un montón de ruinas.... Ante este horrible espectáculo no tuvimos otro recurso que inclinar los ojos al suelo y murmurar tristemente las siguientes palabras.
¡Bibarrambla de hoy en adelante tú solo existirás en la historia! 

RECUERDOS POÉTICOS DE GRANADA
FIESTA ANTIGUA DE TOROS EN BIBARRAMBLA
Romance Morisco
Estando toda la corte
De Abdali Rey de Granada
Haciendo una rica fiesta.
Habiendo hecho la zambra
Por respeto de unas bodas
De gran nombradla y fama,
Por las cuales corren toros
En la plaza Bibarrambla;
Estando corriendo un toro.
Que su braveza espantaba,
Se presentó un «caballero
Sobre un caballo en la plaza,
Con una marlota verde,
De damasco bandeada,
Y el capellar de lo mismo
Muestra color de esperanza.
Plumas verde.«, y el bonete
Parece de una esmeralda;
Seis criados van con él.
Que le sirven y acompañan,
Vestidos también de verde
Porque su señor lo manda,
Como aquel que en sus amores
Esperanza lleva larga.
Un rejón fuerte y agudo
Cada criado llevaba;
De color negro eran todos,
Y bandeados de plata.
Conocen al caballero
Por su presencia bizarra,
Que era el muy noble Gazul
Caballero de gran fama.
El cual con gentil donaire
Se puso en medio la plaza
Con un rejón en la mano
Que el gran Marte semejaba.
Y con animo invencible
El fuerte toro aguardaba.
El toro cuando le vio
Al ciclo tierra arrojaba
Con las manos y los pies.
Cosa que gran temor daba;
Y después con gran furor
Llacía el caballo arrancaba.
Por herirle con sus cuernos
Que como alesnas llevaba;
Mas el valiente Gazul.
Su caballo bien guardaba.
Porque con el rejón duro
Con presteza no pensada
Al bravo loro acomete
Por entre espalda y espalda.
El toro muy mal herido
Con sangre la tierra baña.
Quedando en ella tendido
Su braveza aniquilada.
La corte toda se asombra
Al mirar aquella hazaña.
Y dicen que el caballero
Es de fuerza aventajada;
El cual corridos los toros
El coso desembaraza
Haciendo mesura al rey.
Y a Líndaraja su dama;
Hizo lo mismo a la Reina
Y a las demás que allí estaban.
Bruno Alcaraz Masáts.

martes, 3 de mayo de 2016


Un minarete en la sierra de Huelva
Almonaster la Real conserva la
mezquita más vieja de España.



El primer testimonio escrito sobre Almonaster la Real es de 822, aunque no se cita la existencia de la mezquita:
«... el iqlin de al-Munastyr y los demás de la kúra de Sevilla, recaudaron más de 35.000 dinares de la gibáya.
Abu Abdullah al-Bakri (Leví Provençal, 1938.
La mezquita de Almonaster la Real es un ejemplo, muy bien conservado, de como debieron ser las mezquitas en el ámbito rural de al-Andalus, de las que apenas quedan testimonios. Su construcción se data en torno al año 900, sobre una anterior basílica visigoda. Fue declarada Monumento Nacional en 1931.
Plano de la mezquita de Almonaster la Real, trazado en 1969.
Su planta es cuadrangular, algo irregular, y está dividida en cinco naves separadas por arcos de herradura apoyados en columnas y capiteles de diferentes épocas, tanto procedentes de construcciones romanas como visigodas anteriores.
La construcción está basada en mampostería y ladrillo, con algunos sillares. Tras la reconquista cristiana se añadió el ábside y se modificó la orientación del edificio de acuerdo al cánon cristiano este-oeste, siendo consagrada como capilla de Nuestra Señora de la Concepción.
En siglos posteriores sufrió diferentes modificaciones como la conversión del alminar en campanario, adición del chapitel o la reconversión del patio de abluciones en plaza de toros. En la actualidad ha pasado a ser un centro cultural que sirve como núcleo de la celebración de las Jornadas de Cultura Islámica.
El nombre de esta villa serrana evoca la ocupación árabe; tiempos de lunas musulmanas sobre cruces cristianas, que han dejado en ella los vestigios históricos y el recuerdo de su pretérito esplendor.

Mezquita de Almonaster, emplazada en lo alto del cerro que corona
el Castillo de la localidad onubense.
La sierra de Aracena pone el marco al pueblo blanco de Almonaster la Real, donde el sol consigue desprender destellos del encalado de sus casas y de las enrojecidas tejas con que se rematan. Sigue los cánones estéticos de esos núcleos urbanos tan predicados en los panfletos turísticos que se distribuyen en las oficinas de turismo, agarrado a la ladera de una loma coronada por los restos testimoniales de la historia de la ciudad.

En el otero estratégico mejor situado de los alrededores se levantó, en el siglo V, un templo visigótico que después modificó estructura y culto para convertirse en mezquita rural, de la que se conservan su sala principal y la torre minarete. Abrazada por una fortaleza, muchos estudiosos la consideran el templo musulmán más añejo que se conserva en la península Ibérica.
Aunque el origen verdadero de la población se remonta a la época romana, hecho avalado por los capiteles, fustes y un ara funeraria encontrados en las cercanías del castillo, fueron los árabes los que bautizaron como Al-munia, que significa la fortaleza, a la primera versión urbana de lo que hoy es Almonaster.
Alminar antaño y ahora campanario.
Como la mayoría de las mezquitas peninsulares, ésta también fue transformada en iglesia tras la Reconquista y su alminar en campanario, pero la restauración realizada hace unos años le ha devuelto su función primigenia.
Corre la Edad Media y los siglos transcurren bajo los reinados taifas, mientras las huestes cristianas recuperan poco a poco las tierras perdidas por debajo del Duero, hasta que en la primera mitad del siglo XIII toda la comarca occidental de Sierra Morena es reconquistada por las órdenes militares portuguesas.
Es tiempo de mixturas de culturas y civilizaciones; un periodo rico que se aprecia todavía en las distintas muestras de estilo mudéjar que permanecen en pie.
Hoy día el pueblo se ve cambiado y también su entorno más cercano. La vieja vegetación mediterránea de encinas, alcornoques, jaras, brezos y madroños se ha visto desplazada en muchas laderas por ingentes repoblaciones de eucaliptos y pinos en busca de rentabilidad maderera.
Pero, a pesar de estos cambios, queda asegurado el poder de seducción de estas tierras que en gran parte se resguardan bajo el toldo protector del parque natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche.
Pórtico de época cristiana que asemeja a una construcción románica.
Ruta del buitre negro
A un paso de Almonaster la Real, sin salir siquiera de su término municipal, se halla un cordel montañoso que cobija algunos de los rincones más solitarios y agrestes de la provincia de Huelva, sierra Pelada.
Los gastados lomos que componen estos montes, junto a las riberas del arroyo del Aserrador, que nace en sus laderas, se encuentran declarados paraje natural desde el año 1989, además de zona de especial protección para las aves (ZEPA).
En las casi 13.000 hectáreas protegidas en este enclave vive la mayor colonia de buitres negros de Andalucía y una de las más nutridas de la Península.
Patio de las abluciones o san.
Para recorrer estas tierras onubenses vigiladas por los grandes necrófagos se puede realizar una interesante excursión a pie o en bicicleta por la pista forestal que une las aldeas de Gil Márquez y El Mustio a través del pico Pelada.

Partiendo de Almonaster sale una estrecha carretera, que se cuela rumbo suroeste paralela al curso del arroyo del mismo nombre hasta el pequeño villorrio de Gil Márquez.
Este escueto núcleo rural guarda, como pocos, las antiguas hechuras de los pueblitos serranos de Huelva, arropado por un entorno que aún conserva la pureza natural de los montes andaluces. Desde la estación ferroviaria de Gil Márquez, tras saltar las vías hacia el lado contrario, parte el camino que se interna en sierra Pelada.
Columnas del interior de la mezquita-iglesia.
Las nefastas repoblaciones de eucaliptos flanquean la ruta en los primeros tramos, pero pronto dejan paso sobre las laderas más abruptas y pedregosas a la verdadera vegetación autóctona de jaguarzos, jaras, madroños, encinas y alcornoques. La senda asciende oculta entre la abundancia de matorral hasta coronar la cuerda de la sierra en la divisoria de sus dos vertientes.
A esta altura la fronda arbórea ha desaparecido y el monte reconoce su propio nombre de sierra Pelada, cubierto tan sólo por los matojos típicos del clima mediterráneo.
Traspuestas las dos cumbres de la Serrata, Pelada y Mojonalto, bajo el planeo de los buitres negros, el sendero desciende despacio hasta topar con el poblado forestal de El Mustio.
Desde aquí, los más intrépidos pueden continuar la senda que recorre la ribera del arroyo Aserrador, hasta la frontera portuguesa, por un tupido barranco cubierto de álamos, sauces, alisos y adelfas.

Fotografías de Manuel Sánchez
Bruno Alcaraz Masáts © Pedro Retamar 2003